Desde diciembre de 2018, los mexicanos hemos vivido sometidos a un proceso electoral interminable. | Joel Hernández
Cero para todos. Nada para nadie. Ninguno ganó. Los tres se expusieron y al final queda el sabor amargo del fracaso para todos.
Porque eso son los debates políticos que, en el caso mexicano, no sirven para nada, no ayudan en nada para que el elector pueda tomar una decisión final respecto del voto individual y colectivo.
Esto es así luego de tres debates llevados a cabo entre las dos candidatas y el candidato a la presidencia de México, previo al día de las elecciones el 2 de junio, según establecen los lineamientos del Instituto Nacional Electoral (INE) y la reglamentación electoral federal.
Y sí: hubo millones de mexicanos que se pegaron a la televisión durante casi dos horas en cada uno de los tres encuentros. Y enseguida queda la anécdota de ‘esta le dio sus coscorrones y le cantó sus verdades a la otra’; ‘la otra no quería ni voltear a ver a nadie en una actitud arrogante al punto de parecer una vela apagada…’
El candidato sonriente haciendo el trabajo sucio para acusar de todo al gobierno de Fox, y por tanto perjudicar a la candidata del Prian, como despectivamente llaman a Xóchitl Gálvez. Pero esta nada dejada -dice el anecdotario- acusó de “narco candidata” a Claudia, la acusó de “mentirosa”, le dijo que fue a ver al Papa vestida de católica cuando no lo es; que tiene un departamento no reportado en su declaración de bienes, que su ex esposo recibió dinero ‘non sancto’…
Y en repuesta Claudia acusó a Xóchitl asimismo de “mentirosa”, de “corrupta” y de que proviene de un historial de derecha porque se hizo al lado de Vicente Fox, el ex presidente inútil. Y de ahí en adelante el señor de la sonrisa interminable, Álvarez Máynez acusando de todos nuestros pesares nacionales a Fox y por tanto a Xóchitl.
Ahora sabemos lo que ya sabíamos y que se repitió hasta el cansancio durante los tres debates: Claudia con la cantaleta de que México tiene al mejor gobierno que en el mundo ha sido; que el presidente es el mejor presidente que alguna vez soñaron los mexicanos; que es un gobierno que ha trabajado por los pobres y para los pobres, aunque haya más pobres que nunca antes.
Que el país está en paz, está en orden, con seguridad garantizada, casa, comida, sustento, medicinas, salud, educación, cultura, solaz… Todo esto dijo Claudia del gobierno que la promovió para ser candidata a la presidencia por Morena y adláteres.
La otra parte, Xóchitl, insistía-insistía-insistía en que es todo lo contrario, que estamos en un país cubierto de sangre, muertes sin fin, violencia sin fin, precariedad estimulada para garantizar votos, apoyos sociales para garantizar votos, el crimen organizado ha tomado al país como rehén …
… Que los abrazos y no balazos han servido sólo para que miles murieran como también murieron más de trescientos mil que no debieron irse, debido a las políticas fallidas y criminales del gobierno de la 4-T en el manejo del Covid-19. Que no hay medicinas en el país para curar a los mexicanos, que se dejó a las mujeres de lado, que a las buscadoras ni siquiera las reciben para escucharlas, que la educación está en crisis, que la política exterior está en crisis… y que… tanto más.
Si. Y todo sí. Los mexicanos que pensamos en lo que vemos, tenemos claro qué país vivimos y qué país queremos para el futuro.
Algunos bañados por el disfrute de sus beneficios sociales hechos dinerillo bimensual tienen miedo a perder el privilegio, según les dicen desde Morena. Muchachos que reciben su lana para que no sean “ni-nis” ahí están, a la espera de que todo siga igual; gente mayor con apoyos que en muchos casos los mantienen sin el ¡Jesús! en la boca…
Desde hace tiempo la mayoría de los mexicanos tiene decidido el sentido de su voto; tanto el federal como los estatales o municipales, legislativos y distintos cargos de elección popular. Es muy probable que esta vez salgan miles de ciudadanos con derecho a votar para elegir a su gobierno. Ojalá. Es lo mejor.
Y sin embargo a lo largo de los meses, y a lo largo de los años, desde diciembre de 2018, los mexicanos hemos vivido sometidos a un proceso electoral interminable. El gobierno mexicano, el del señor López Obrador mantuvo en pie de lucha su vocación electoral.
Ni un día, uno sólo, desde que tomó posesión, dejó de hacer campaña. Es un hombre hecho para las campañas: quizá no para el gobierno, porque el resultado final está por verse, pero lo que ya percibe no es lo que suponíamos los que creímos que ya había llegado el cambio y que las cosas serían muy distintas a los aberrantes gobiernos anteriores, hasta Peña Nieto.
No. No son iguales a los anteriores. No lo son. Pero sí son de otro modo, lo mismo: los mismos errores, los mismos chanchullos, las mismas -pero ahora más dolorosas, mentiras-, los engaños, las venganzas, los resabios, el uso del poder para anular a quienes no opinan como Palacio Nacional, y la persecución y la venganza:
¿Estábamos mejor cuando estábamos peor? Quizá. O es que nunca hemos estado mejor, no por lo menos en todo el siglo XX y lo que va del XXI.
Así que los debates a la mexicana no nos dijeron nada, no nos llevaron al espacio sideral de los proyectos de gobierno, lo novedoso de las propuestas de cada uno para solucionar los grandes problemas nacionales; no nos dieron alternativas; no nos enseñaron la casta y la mujer o el hombre de Estado que será, antes que nada, una mexicana por México.
Así pues: los tres debates no sirvieron para nada, no nos dieron nada, no nos mostraron nada, no caminaron hacia lo seguro: fue tiempo perdido. ¿Qué sigue? Eso le toca a usted decidirlo, señor lector, señora lectora. En todo caso, el 3 de junio veremos al paisaje, después de la batalla.
Fuente: https://lasillarota.com/opinion/columnas/2024/5/21/debates-inutiles-483795.html