Tres especialistas analizaron el comportamiento de los usuarios en Internet
Al posar ante una cámara, muchas personas buscan proyectar la mejor imagen de sí mismas. Algunas tratan de ser lo más natural posible, pero otras planifican su puesta en escena, lo que implica toda una logística, no solo en cuanto a la iluminación, sino al vestuario que lucirán, los accesorios, y por supuesto, la locación para conseguir la foto perfecta.
Cuando se enciende el flash, es el momento de brillar y conseguir las mejores fotos para compartirlas luego en las redes sociales. El camarógrafo buscará el mejor ángulo. Si la intención es mostrar la felicidad que produce el instante que están viviendo, una sonrisa siempre será necesaria. Esa imagen es frecuente verla en los influencers, esas personas que, por su estilo de vida, son considerados como un modelo a seguir por su comunidad en las redes.
Sin embargo, ese estado de felicidad es probable que sea irreal, pues aunque reflejen con una sonrisa el supuesto bienestar o éxito, por dentro el escenario puede ser muy distinto al que están compartiendo.
«Las redes se han convertido en un álter ego bien interesante desde el punto de vista psicológico, lo que las personas muestran en las redes y cómo se comportan incluso a través del chat con otras, es como un yo alterno”, comenta Skeilly Castellanos, coordinadora de Psicología del Centro de Terapias del Desarrollo en Chacao en entrevista para El Diario.
Castellanos explica que esta tendencia ocurre porque las imágenes se han convertido en un producto de marketing para vender que llevó a la población mundial a utilizar las redes desde una perspectiva de lo que deberían aspirar a ser. “Se empezó a vender la idea de qué sería lo ideal”.
Agrega que esta situación ha generado una competencia por mostrar solo una parte de la vida.
“Pienso que en muchos sentidos se ha convertido en una competencia de mostrar solo la parte bonita de la vida, porque no necesariamente se muestran cosas irreales, hay personas que sí maquillan demasiado lo que muestran pensando en Instagram y en TikTok, pero hay otras personas que no, no lo maquillan tanto, pero solo muestran la parte bonita de sus vidas”.
En búsqueda de aprobación social
Por su parte, Siboney Pérez, experta en psicología de la salud y presidenta de la organización no gubernamental (ONG) Psicólogos de Sin Fronteras Venezuela, asegura en entrevista para El Diario que existe un afán por aparentar en las redes sociales que muchas veces está reforzado por la necesidad de recibir aprobación social.
«Esas costumbres para querer aparentar, causar una buena impresión a los demás por supuesto se hace para demostrar que somos felices, pero realmente no lo somos. Hay distintos estudios que demuestran que nuestro estado emocional puede verse modificado o condicionado por los posts (publicaciones) que vemos”.
Recalca que este tipo de contenido busca proyectar una imagen de felicidad contagiosa, pues cuando los usuarios ven la alegría que otros proyectan, tratan de buscar ese bienestar a través de publicaciones similares.
Ambas expertas coinciden en que esa sensación de bienestar genera unos neurotransmisores, como puede ser la dopamina, que son reforzados por la cantidad de “me gusta” o los comentarios positivos que reciben los usuarios al realizar una publicación en sus redes sociales.
“¿Qué sucede cuando tengo mucho reconocimiento social, admiración y comentarios positivos? Eso descarga en mí un nivel de dopamina que puede ser realmente muy agradable. ¿Qué pasa con esos circuitos de recompensa que suceden muy rápido? La sensación es muy intensa, pero se acaba muy pronto, entonces, ¿qué hago? Quiero más, porque son los mismos circuitos asociados a una sustancia química o la adicción al juego, por ejemplo, a la emoción que te da el azar”, apunta Skeilly Castellanos.
Sin embargo, Siboney Pérez resalta que esta tendencia es irreal al mostrar una verdad a medias o distorsionada porque el ser humano no está feliz las 24 horas del día.
“No estamos sonriendo las 24 horas del día, esa realidad no es completa porque la vida está llena de emociones positivas, negativas, de alegría, tristeza, dolor, no podemos pretender que podemos ser felices y sonrientes ilimitadamente porque el ignorar eso nos hace más daño. No todo lo que brilla es oro, no todo lo que se ve en la realidad es cierto”.
Destaca que es un error pensar que se vive todo el día en un estado de bienestar máximo, pues hay momentos de tristeza, angustia, ansiedad, depresión.
¿Por qué no se muestra el lado vulnerable?
Skeilly Castellanos, coordinadora de Psicología del Centro de Terapias del Desarrollo en Chacao, afirma que pocos se atreven a mostrar en las redes sociales su lado más vulnerable porque, cuando lo hacen, el ser humano tiende a opinar sobre esa vulnerabilidad y eso los pone en tela de juicio delante de muchas personas. Afirma que esto pasa en el caso de las personalidades cuando exponen algún problema por el que estén atravesando en una publicación.
«El ser humano se vincula con un famoso desde la admiración, desde el cariño aunque realmente no lo conoce, pero construyen una relación de afecto unilateral hacia esa persona que admiran. ¿Qué sucede cuando muestra su lado vulnerable? Desde ese afecto, admiración y desde ese vínculo que se ha construido, se sienten con el derecho de opinar”, enfatiza.
Castellanos también explica que no todos están dispuestos a ser juzgados, por eso interactúan con su comunidad en las redes sociales desde el mejor ángulo.
“No todo el mundo está dispuesto a ser juzgado, a enfrentarse a esa tela de juicio pública, entonces, ¿qué es lo que hacemos, si estamos en redes?, normalmente queremos interactuar desde nuestro mejor ángulo, desde nuestra mejor pose y ahora que existen los filtros, desde nuestro mejor filtro”.
Patricia Urdaneta, especialista en marketing digital, argumenta en ese sentido que los millennials, personas nacidas entre los años 1981 y 1993, “viven del qué dirán”.
“Y ese qué dirán es todo tiene que ser perfecto y son muy pocas personas las que cuentan cosas malas en redes. Sobre todo Instagram es una red social que sirve como portafolio para mostrar logros, para mostrar cosas que haces o sabes hacer para incluso vender, hoy en día casi que antes de ver un currículo, la gente ve el perfil de Instagram de cualquier persona o empresa”, dijo en entrevista para El Diario.
Urdaneta subraya que en las redes sociales en general, los usuarios no buscan mostrar sus momentos más difíciles, y si lo hacen, ofrecen la solución que aplicaron para superarlos.
“La gente no está siendo 100 % honesta, cuando se pasan momentos difíciles se pasan en privado. No estamos viendo los problemas, estamos viendo los logros, si han logrado viajar, si han logrado quizás ahorrar toda una semana para darse un gusto, ese es el gusto que van a lucir y no van a lucir lo que se quitaron de la semana. Hay muchas cosas que no se saben cuando vemos un perfil de Instagram”.
¿Qué se debe hacer?
Skeylla Castellanos explica que todo el contenido que están consumiendo los usuarios puede afectarlos hasta el punto de compararse con esas personas que muestran una “imagen perfecta”.
“Podemos caer en la sobrevaloración de esa imagen y empezar a compararnos con eso que se muestra que se supone debería yo también mostrar y esto puede tener un impacto bien importante en cómo es la construcción de mi yo, de cómo me veo a mí mismo. Aquí vienen todas las transgresiones de imagen, si me veo gordo, flaco, si me veo feo, es un arma de doble filo”.
Por tal motivo, recomienda en el caso de los niños, niñas y adolescentes, supervisar el contenido que consumen y en los adultos, tener presente que no todo lo que se muestra es la realidad, sino una parte.
Siboney Pérez, presidenta de la organización no gubernamental (ONG) Psicólogos de Sin Fronteras Venezuela, propone buscar otros reforzadores sociales a través de amigos reales con los que se pueda realizar actividades como, por ejemplo, ir al cine o tomarse un café.
Mientras que Patricia Urdaneta sugiere limitar el tiempo que se usa para revisar el teléfono y aprovechar esos momentos para organizar tareas al aire libre que permitan desconectarse.